Desafios y tendencias del mercado del vino

Un mercado cambiante, más sostenibilidad porfavor.

5/8/20242 min read

El nuevo consumidor de vino ya no busca perfección. Busca verdad.

En los últimos años, algo profundo ha empezado a cambiar en el consumo de vino. Ya no se trata solo de etiquetas, puntos o añadas. Hoy, cada vez más personas se acercan al vino con otras preguntas:

¿Quién lo hace? ¿Cómo trabaja la tierra? ¿Qué lleva —o no lleva— dentro de la botella?

Este nuevo perfil de consumidor, especialmente entre generaciones jóvenes y sectores urbanos vinculados a la gastronomía, valora los vinos con menos intervención química y más expresión natural. Prefieren vinos que hablen de su origen sin maquillajes enológicos: con acidez viva, cierta inestabilidad, levaduras autóctonas, mínima o nula filtración y, muchas veces, con una dosis de sulfuroso muy baja o inexistente.

No es una cuestión de esnobismo ni de tendencia estética. Es una forma de volver a confiar en la naturaleza como protagonista del proceso, en lugar de tratar el vino como un producto de laboratorio diseñado para ser perfecto, limpio y siempre igual.

El consumidor informado de hoy no se asusta si un vino tiene un poco de turbidez, una arista aromática más salvaje o una acidez marcada. Al contrario: en eso ve vida, autenticidad y energía. Lo que hace una década se consideraba un “defecto” en los circuitos clásicos, ahora puede ser interpretado como señal de vitalidad en la copa.

Datos de organismos como INCAVI, y medios especializados como Tecnovino o Mundo Agro, confirman el crecimiento sostenido de los vinos ecológicos, biodinámicos y de baja intervención en el mercado español y europeo. Este auge no solo refleja un cambio en los gustos, sino también en las prioridades: sostenibilidad, salud, trazabilidad, y conexión con el territorio.

Detrás de estos vinos hay pequeños viticultores que trabajan con una filosofía regenerativa, priorizando la biodiversidad del suelo, la mínima intervención en bodega y una crianza respetuosa que deja que el vino sea tal como es, no como se espera que sea.

Este tipo de elaboraciones no solo devuelven protagonismo al campo y a las personas que lo trabajan, sino que también están ayudando a diversificar el paisaje del vino, alejándolo de la estandarización que dominó buena parte del siglo XX.

En definitiva, se trata de una revolución silenciosa que está transformando cómo se elabora, se comunica y se disfruta el vino. Más que una moda pasajera, parece ser una transición cultural que pone en valor lo esencial: el origen, el cuidado y la honestidad.

Porque el vino, cuando es real, no necesita artificios. Solo necesita tiempo, tierra… y alguien dispuesto a escucharlo.